Por la ventana he visto a una hija pasear con su padre, una muchacha de unos 35 y su anciano padre. La chica me ha recordado a mí y me ha hecho pensar cosas tan opuestas...
Por un lado me he imaginado en esa misma situación con mi padre, esta persona que a día de hoy está tan distante, que se dirige a mí casi siempre con el ceño fruncido y manifestando un tono de voz desencantado. Esta persona que en su casa termina ganando, a su modo, todas las conversaciones así las lleves por un camino u el opuesto.
Por otro lado esa chica me ha recordado a mí, la diferencia, tacones por zapatillas, ¡pero qué bonito queda el pie con un tacón! el pie, la pierna, el glúteo... ¡qué maravilla! y qué mal acostumbrada estoy a calzarlos, siempre he preferido ser práctica y cómoda. Quizás con el tiempo me lo plantee. Es necesario sentirse muy segura de una misma para vestir tacones y andar marcando el paso, las zapatillas no producen ningún sonido.
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