“Por fin tengo la cabeza en libertad!, dijo Alicia con gran alivio. Pero su alegría se trocó inmediatamente en alarma al darse cuenta de que
no alcanzaba a ver ni sus propios hombros. Todo lo que podía divisar al
mirar hacia abajo era un larguísimo cuello, que parecía elevarse como
un tallo gigantesco sobre un mar de hojas verdes que se extendían muy
por debajo de sus ojos”...
Salgo de casa apenas sin ver. Menos mal que tengo un ambulatorio a escasos 50 metros de casa, algo estupendo para este tipo de urgencias... y una mierda, no va a ser tan fácil como pensaba.
Saco en recepción mis papeles y le digo a la señora que hay tras el mostrador que vengo a urgencias, tengo EM y he perdido la visión parcial en mi ojo derecho. Necesito hablar y enseñarle mi informe clínico al médico que esté de urgencias... y la señora va y me suelta que ¡No! ¡Es que este no es su ambulatorio!
Sigo tranquila, no es la primera vez que me pasa y como espero siempre, tal vez sea la última...
Se lo vuelvo a explicar, que ya sé que no es mi ambulatorio, pero que vengo a urgencias y me tienen que atender. Llama al médico y este le dice que si no veo que me vaya al hospital... me quedo a cuadros.
Medio viendo y digo medio viendo, por que veía malamente, (he aquí una simulación de como veo en esas ocasiones) vuelvo a casa medio cabreá.
Al fin empiezo a recuperar algo de visión, pero eso trae consigo que se me empiece a dormir la mitad del cuerpo, así que he vuelto al ambulatorio. Le digo a la señora que necesito ver al medico de urgencias, que como no veía (como ya le había dicho antes) pues me era difícil irme hasta el hospital ¡sin poder ver!
Así que por fin me han visto, me han pinchado en el culete y para casita a dormir.
Para colmo va el médico y me dice que me entiende, por que también tiene migrañas o síndrome de Alicia en el país de la maravillas como también han bautizado.
Vuelvo a casa viendo los naranjos llenos de azahar que adornan mi calle, viéndolos como a veces los veían Vincent van Gogh, Claude Monet o Salvador Dalí, los cuales también padecían este síndrome.
Al igual que Lewis Carroll, que así vio y creó su país de las maravillas...
Vuelvo a casa con una sonrisa.